El Sistema Nervioso está dentro del cráneo y de la columna vertebral protegido por unas membranas de tejido conjuntivo llamadas meninges. Una de ellas, llamada duramadre, es la más externa y está en contacto directo con el hueso.
Por sus inserciones en los huesos, la duramadre pone en contacto todos aquellos en los que se inserta: el cráneo, las tres primeras vértebras cervicales, el sacro y el coxis.
El tejido conjuntivo sano debe ser flexible, elástico y de una viscosidad adecuada. Cuando enferma se vuelve rígido, retraído y aumenta su dureza. Cuando sufre un traumatismo importante o múltiples microtraumatismos repetitivos, este tejido tiene la capacidad de repararse formando cicatrices. Con el tiempo, estas cicatrices acaban produciendo adherencias con los tejidos circundantes (las vértebras en la espalda, y el cráneo) que dificultan el correcto movimiento de este tejido y su óptima nutrición.
La consecuencia es una mayor rigidez de la duramadre (que se puede manifestar como rigidez al levantarse por la mañana, al mantener una postura de forma prolongada o como una falta de flexibilidad general) que tira de las estructuras a las que está conectada (por ejemplo bloqueando vértebras de forma repetida, provocando hormigueos difusos en los dedos o algunos tipos de dolor de cabeza) y puede predisponer a padecer otras patologías como ciática, síndrome del túnel carpiano o fascitis plantar.
El tratamiento osteopático de la duramadre acorta el periodo de recuperación, permite abordar una gran cantidad de síntomas y mejora considerablemente y en poco tiempo la calidad de vida de los pacientes.
Pilar Galbis
Fisioterapéuta y Osteópata